Toda actividad humana requiere,
en mayor o menor medida, de infraestructuras. Los impactos de estas
infraestructuras tendrán toda la diversidad de características expuestas
anteriormente, pero será muy importante discernir los impactos en función del
momento del «ciclo vital» (dentro del proceso proyecto-construcción que se
comentará más adelante) de la infraestructura en el que se producen, pudiendo
considerarse tres fases:
En la primera fase (qué y con qué
se va a construir) quedarán definidos los parámetros que gobernarán parte de
los impactos que se generen en el resto de las fases (fundamentalmente el
impacto como «elemento implantado» en la naturaleza). En esta primera fase hay
que distinguir claramente, dentro del proyecto y definición de la
infraestructura, la elección de los materiales con que se realizará, cuya
fabricación o proceso de obtención puede generar impactos que no deben considerarse
ajenos a la infraestructura. En otros casos un proyecto más «adecuado
ecológicamente» que otro puede basarse en impactos de partida no deseables. Por
ejemplo, en la construcción de un muro, dejando aparte los posibles impactos
como barrera biológica, etc. Se buscará que el impacto visual sea el mínimo;
esto se consigue con los denominados «muros verdes» frente a los clásicos de
hormigón; el muro verde se «integra» totalmente en la naturaleza pero, para su
construcción, se utilizan productos geosintéticos que pueden estar formados por
compuestos no reversibles y tener procesos de fabricación altamente
contaminantes. La ventaja del muro verde frente al de hormigón puede verse
reducida si se comparan los potenciales contaminantes de la fabricación e
implantación en la naturaleza de los geosintéticos y del hormigón. En la
segunda fase (cómo se va a construir) pueden producirse en muchas ocasiones los
mayores niveles de impacto negativo. Los métodos utilizados, generalmente
ajenos a las infraestructuras, pueden quedar al margen de la «fiscalización» a
la que se va someter (estudios de impacto ambiental, etc.). A la última fase
(qué presencia material tiene lo que se ha construido y cómo funciona) es a la
que más atención suele prestarse, aunque no siempre justificadamente. Es muy
importante diferenciar entre las «infraestructuras pasivas» e «infraestructuras
activas». Las primeras (p.e. un viaducto o un muro) corresponden a
infraestructuras que en su uso no tienen un «intercambio» con el medio natural
y producen solo impactos visuales cuando se ha realizado una cuidadosa
planificación de la primera y segunda fase, existiendo siempre métodos para
disminuir e incluso eliminar los impactos físicos de la fase final (barreras
biológicas, ruidos, etc.). Las «infraestructuras activas» son aquellas que
presentan intercambios de «entrada» y «salida» con la naturaleza, y el impacto
puede ser variable según su modo de funcionamiento. (p.e. una estación
depuradora). Desde luego, en la mayoría de los casos, no existen unas
características claras que puedan delimitar que una infraestructura es de un
tipo u otro, e incluso algunas, con un marcado carácter estático, pueden
provocar cambios enormes en el medio ambiente (p. e., una presa). Todos estos
aspectos deben estudiarse y desarrollarse, como se dijo, en el Estudio de
Impacto Ambiental dentro del Proyecto de Ingeniería Civil.
Fuente: Pellicer, E. (s/f) "El proyecto de Ingeniería civil y el medio ambiente". s/n
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